jueves, 29 de abril de 2010

Dígame, Licenciado...

Elogió el Lic. Fernando Gugliottella

Esto no es un prólogo al libro de Herman, ya que, por un lado, el libro ya tiene su prólogo, y por otro lado, con semejante “prologuista” no me animaría jamás… Entonces, es un comentario luego de terminar de leerlo.
Los que tuvimos la enorme y grata posibilidad de conocer a Herman Dolder a través del Foro de Les Luthiers, o de su efímero paso por Facebook, y, sobre todo, a través de su blog, nos habíamos acostumbrado, sin dejar de sorprendernos, a reírnos a través de un humor inteligente, agudo y como el nombre de su blog lo indica, ácido.
En su Libro, lo primero que se cumple, es el “mensaje escatológico” escondido en el título (no lo develamos acá para que forme parte del desafío que nos propone Heguido).
Lo siguiente que provoca es recordar muchas de sus “Humoradas” (así las define el autor, para diferenciarlas del chiste y del cuento), ya leídas tanto en el blog como en FB, pero ahora recopiladas, ordenadas, y con ese sabor incomparable que no nos permite Internet: el de humedecernos el dedo pulgar y el mayor para dar vuelta cada página en papel.
No sé por qué asocié esto con el efecto de “El Nombre de la Rosa”, pero les puedo asegurar que sigo vivo!
Las humoradas del Sublime Arte de la Risa tienen tres escalas en sus efectos en el lector:
Van desde el “¡Qué bolú!” hasta “¡Quijo de Pú!”. En el medio, queda el efecto “Ahhhh, claro…”
Pero todas, absolutamente todas, tienen un efecto supremo: no sólo provocan sonrisas, carcajadas y muecas de alivio agradables (cada una corresponde a la escala mencionada antes), sino que invitan y exigen PENSAR.
Y reírse teniendo que pensar es muy difícil. Y Heguido lo logra con creces.
No es un humor fácil. Habrá que recurrir a diccionarios, a leer las humoradas más de 3 veces (salvo que se trate del primer escalón de la escala…) y a estar dispuestos a cumplir el desafío que propone el subtítulo del libro.
Creo que al libro le sobra solamente la página 28, en la cual Heguido nos propone no leer más de 4 o 5 humoradas por vez. Esto resulta, al menos en mi caso, absolutamente imposible. Capaz que él lo propone teniendo en cuenta lo que le costó intelectualmente todo esto, pero no hay manera de no leerlo de corrido, aún cuando haya que volver una y otra vez a recorrerlo porque alguna de las humoradas quedó pendiente de su total contenido.
Finalmente, creo que es el típico Libro para tener siempre en la mesa de luz.
Esto nos permite despertarnos a la mañana (acción abominable en sí misma), agarrar el libro, abrirlo en cualquier página, y comenzar el día con una sonrisa.
Y al irnos a acostar de madrugada (acción entrañablemente placentera), agarrar el libro, abrirlo en cualquier página e irnos a descansar con una sonrisa, sea como fuese que nos haya ido durante el día.
Por todo esto, gracias a Heguido y ya estamos esperando el Vol II.

Fernando

¡Gracias, Fernando! Pero... ¿no es un poco mucho? ;-)

4 comentarios:

  1. No es mucho, es muy sincero y nada en comparación con la alegría que me provocó.
    fernando

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  2. Bueno... que puedo decir que ya no se alla dicho? 400 gramos de papel sin sentido!!! ja ja ja ja ja! Muuuy buen libro, y miren si es bueno que ha logrado que me tome la semana de trabajo con mas humor!
    Me ha gustado mucho las señoras esas que querían hacer una obra de teatro sobre la revolución de Mayo, no podía dejar de reirme!!! Muchas gracias Herman por Regalarnos esto... Felicitaciones por haber llegado a la meta, o al menos, creer que llegaste.... ja.
    El Erasmo

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  3. AHora si, encontré mis antiojos que no sabía donde los había dejado, ya que en mi casa no prendo la luz.... ja ja ja. Estoy por terminar el libro, y debo informarle señor Eguido, que voy a enviarle la factura.... no las mediaslunas o vijilantes sino la de mi psiquiatra, yaque he tenido que recurrir a Él por lo mal que he qquedado después de leer esto!!! ja ja ja ja! Muy bueno querido Herman, lástima que ya me queda poco parael final, ojalá alla otro libro estrabagante como este en algún momento. Un abrazo...

    Ezequiel y El Erasmo

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